La cicatriz del guerrero

Reflexión sobre la vida y la materia tomando como hilo conductor la cicatriz que permanece tras una operación de trasplante de un órgano y la capacidad de regeneración de la piel afectada por esa intervención.

Transito por las adversidades que se presentan en la existencia del ser humano, a través de las cicatrices de los trasplantados, a los que denomino guerreros, viendo en ellas perturbadora armonía y belleza. El poder que emerge de éstas es el recuerdo de la experiencia vivida. Luces y sombras en las imágenes evocan los claroscuros de un proceso, largo, complejo y lleno de emociones, que los guerreros expresan a través de frases que parecen proverbios, poemas… Estos textos aparecen sobre las fotografías veladas por papel de arroz, donde se observa la capacidad del ser humano de sobreponerse y obtener sabiduría a través del sufrimiento (Páthei Máthos). Sin embargo, la herida, aunque cicatrizada, nos acompañará siempre, recordándonos la vibración que nos produjo el roce de la muerte.

La capacidad de recuperación y transformación de la piel me ha llevado a observar el mismo proceso en otras materias. En los elementos de la naturaleza u otros detalles escogidos se perciben las adversidades que también afrontan. Todas perviven, adaptándose. Siguen adelante mutando a otros estados, a otras naturalezas.

Lo que me conduce a reflexionar sobre la unicidad de la materia. Desde el plano subatómico hasta el cósmico, se advierten las constantes de la mutua conexión de las cosas.
Los seres humanos, como seres vivos, somos materia constituida por átomos. Todos los átomos que conforman nuestros cuerpos y los de todo lo que existe están formados por los residuos de antiguas estrellas y fueron constituidos en su interior en un pasado remoto. La vida es, por tanto, materia biológica del propio universo. Todo es parte de una misma materia.

Por ello, planteo la posibilidad de que “quizá la cualidad de resistencia y recuperación, tanto del ALMA como de la MATERIA, provenga de la ignota fuerza elemental, esa partícula primigenia que todo lo contiene, la energía absoluta en unidad perfecta”.

En esta hipótesis, cuando hablo del alma, estoy contemplando la capacidad emocional que posee una persona para superar situaciones extremas. Esta cuestión no estaría dentro del concepto de materialidad que entendemos los seres humanos. No obstante, esto no impide que se puedan ver realidades que van más allá de la materia. En un plano superior, vertical, es donde yo sitúo esta fuerza elemental, la que concede al individuo la capacidad para salir reforzado e incluso convertirse en un ser más evolucionado al sobreponerse a este tipo de dificultades.

Nunca un proyecto debe condicionar al espectador, aunque sí es mi deseo que este trabajo invite a contemplar el origen en todo momento.

PILAR PIEDRA BONET

Graus